Capítulo 12
Diego enloqueció desde el momento en que supo la verdad.
Primero negó repetidamente, luego causó un gran alboroto en la comisaría, tirando todos los archivos de las mesas al
suelo como loco.
Cualquiera que intentara acercarse a él era golpeado y rechazado con puños.
Finalmente, Daniel lo sometió y lo dejó inconsciente.
Diego despertó en el hospital, el sedante lo había calmado bastante.
Pero aún no estaba del todo bien cuando empezó a hablar.
Agarrando la mano de Daniel junto a la cama, preguntó: -¿Dónde está mi esposa? ¿Por qué no ha venido a traerme
comida?
Daniel no sabía cómo responder: -Tu esposa, hoy debe estar ocupada…
De repente, Diego sonrió y preguntó: -¿Ocupada? ¿Qué estará haciendo? Siempre o me observa fijamente o está ocupada en la cocina. Debe estar de camino, voy a llamarla para recordarle.
Daniel intentó detenerlo, pero fue demasiado tarde.
Diego encendió su celular y lo primero que vio fue mi mensaje de voz de hace unos días.
Sin dudarlo, lo reprodujo: dos segundos de gemidos, el sonido que emití cuando me taparon la boca.
La sonrisa en su rostro desapareció instantáneamente, y de repente se dio cuenta de la realidad.
-Yo… ella…
Daniel, rápido como el rayo, le arrebató el celular.
Diego, con la mirada desmesuradamente abierta como un robot atascado, no pudo articular palabra, solo lágrimas brotaban de ellos.
Daniel llamó rápidamente a los médicos y enfermeras, pero Diego se levantó de la cama y no permitió que nadie se le
acercara.
Gritó: -¡Me dejaron morir! ¡Me dejaron morir!
-Yo maté a mi esposa, maté a Elena. ¡Me amaba tanto y la malinterpreté durante tantos años!
-¡Y nuestros hijos, dos hijos!
-Soy una bestia, no soy humano, soy peor que un animal…
Yo estaba de pie junto a su cama en silencio, observando su locura y su llanto de arrepentimiento. Finalmente, lo vi ser sujetado por médicos y enfermeras, y recibir una inyección calmante.
Se veía extremadamente débil en la cama, pero no sentí ni un ápice de compasión.
Recordé que mi corazón me lo habían arrancado, ¿cómo podría sentir compasión?
Diego le dijo a Daniel: -No puedes detenerme… tengo que ir a estar con mi esposa… tengo que disculparme con
ella…
Sonreí.
<Esposo, hace mucho que ya no necesito tus disculpas.>